TEXCOCO…sigue la conquista.


Pocas veces he visto tanta propaganda a un proyecto federal como la que está recibiendo el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y no es para menos pues se trata de una necesidad que reclamaba la ciudad capital de la República desde hace años. El anuncio oficial fue hecho por el Presidente durante el mensaje que dio a la Nación con motivo de su segundo informe de gobierno y eso acaparó la gran mayoría de las notas periodísticas. Las multi reformas aprobadas pasaron a segundo término pues ya no eran novedad alguna y los gobernados sólo esperábamos que se nos pasara la estafeta para hacerlas efectivas pues el gobierno ya había cumplido. ¡Vaya paquete que nos toca!

 

Después de la noticia han venido apareciendo un sinnúmero de conferencias de prensa y presentaciones para explicar el magno proyecto que sin duda será la mayor obra del gobierno federal que rebasará el tiempo del actual sexenio y también del siguiente. Los medios de difusión de la obra han sido todos los imaginables, prensa escrita, radio, televisión, internet y por supuesto las redes sociales. Todos estamos enterados de las características del proyecto y apenas podemos imaginar las cifras proporcionadas como su costo que ronda en los 170 mil millones de pesos.

 

A todo ésto se suman las diferentes opiniones sobre el proyecto, unas de simple adulación y otras más razonadas que lo analizan desde distintas perspectivas: políticas, económicas, sociales y técnicas, con las que el de la pluma coincide; sin embargo tocante al último aspecto tengo mis dudas que se originan de la ubicación. Abundo.

 

Mucho se ha escrito sobre el error histórico de haber fundado la Ciudad de México sobre el lago donde estaba la antigua Tenochtitlán en vez de hacerlo en la orilla  suroeste del lago, en Coyoacán, como opinaban los técnicos de Hernán Cortés. El criterio que privó fue el político y lasconsecuencias1 no se dejaron esperar. Con el pasar de los años la naturaleza exigió sus derechos, el agua mostró sus dominios y la ciudad se inundó de nueva cuenta. Del análisis de lo ocurrido se recomendó cambiar de sitio la capital a la misma zona seca al poniente del antiguo lago, pero no, otra vez se insistió retar a la naturaleza con soluciones “definitivas” en el mismo lugar. La historia se ha repetido una decena de veces, y la ciudad se sigue  inundando, hundiendo, depredando, y además, paradójicamente por estar en una zona lacustre, sin agua.

 

Como consecuencia de una inundación de la ciudad en 1951, el Doctor en Ingeniería Nabor Carrillo Flores inició un análisis global de la situación hidrológica de la cuenca del Valle de México y en 1965 publicó Proyecto Texcoco2 donde proponía como solución a las inundaciones y hundimientos la creación de una serie de lagos para así rescatar la zona lacustre de Texcoco; la genialidad de la solución era devolver a la naturaleza sus dominios. Pero no, prevaleció la opinión política y se decidió por construir un drenaje profundo cuyo resultado falló nuevamente. Como premio de consolación se autorizó la construcción de un lago, que lleva el nombre del sabio mexicano, en una superficie de mil hectáreas, cuando la idea era restaurar un área de aproximadamente quince mil hectáreas. El reto-conquista continuó.

 

Esa misma idea la han expuesto diferentes expertos en hidráulica y urbanismo, como Jorge Legorreta y Teodoro González de León quienes han reiterado que es preciso recuperar la zona lacustre y no precisamente ampliar las áreas verdes. La vocación de esas tierras no es la agricultura ni la creación de praderas sino la captura de agua de escurrimientos de ríos y arroyos que allí confluyen. En los años noventa los arquitectos González de León y Alberto Kalach encabezaron un grupo interdisciplinario que se abocó al tema y publicaron el trabajo Ciudad Lacustre3; sin embargo otra vez se desechó la idea y la oportunidad de recuperación ambiental de la Ciudad.

 

No dudo de las bondades ecológicas del nuevo aeropuerto pero por qué no aprovecharlas en otro sitio más amigable con la naturaleza donde no tengamos que forzarla, un lugar que permita que la ciudad respire y se desconcentre. Ojalá que la superficie de preservación ambiental que resta no se degrade más con  construcciones adicionales pues el mismo aeropuerto ya ocupará un tercio de las áreas que eran reservadas para guardar agua.

 

Por el momento en Texcoco sigue la conquista.

 

 

1 Inundaciones y hundimientos, E. García y G, Glosas, junio 2013

 

http://fisicogarcia-glosas.blogspot.mx/p/20130625.html

 

2  El Lago de Texcoco, J.C. Cano, Letras Libres, sep 2011
 http://www.letraslibres.com/revista/dossier/el-lago-de-texcoco

 

3 Vuelta a la ciudad lacustre, T. González de León, Letras Libres, sep 2011

 

http://www.letraslibres.com/revista/dossier/vuelta-la-ciudad-lacustre