Ya aparecieron las lluvias en casi todo el país y para muchos es la primera llamada para alistarse a enfrentar los aguaceros que de un tiempo para acá son considerados atípicos, pues la intensidad y frecuencia salen del historial de registro. Se anuncian con gran profusión las obras que protegerán a la población de posibles inundaciones, como obras de infraestructura hidráulica de colección de agua, reforzamiento de bordos, limpieza de alcantarillas, por mencionar algunas.
En otro ámbito y digno de encomio, se anuncian cursos y seminarios de prevención de riesgos por inundaciones, los cuales suponen la existencia de planos que señalen en cada localidad las zonas de riesgo, sin embargo ésto es mera ilusión pues las autoridades municipales y delegacionales, apenas están consolidando sus equipos de trabajo, lo que orilla a que los capacitadores tengan que plantear situaciones hipotéticas. Siempre lo mismo.
No es novedad que cada año se den inundaciones en la parte oriente de la Capital de la República pues desde hace varios siglos esa zona estaba conformada por cinco lagos 1 intercomunicados que eran alimentados por una treintena de ríos y arroyos que serpenteaban las laderas de las serranías que albergan la cuenca del Valle de México. Don Manuel Orozco y Berra publicó en 1864 “Memoria para la Carta Hidrográfica para la Ciudad de México” donde se describe la situación hidráulica que se vivía en esos años. Consulta 2 obligada.
Las inundaciones de la Capital se han presentado desde que se inició el secado intencional de la zona y la deforestación, para inicialmente abrir espacios para aéreas habitacionales y campos de cultivo prehispánicos, y posteriormente las construcciones virreinales.
Toda una ciudad se fue extendiendo a partir de los sitios donde se encontraban las primeras edificaciones, ganando terreno al agua y lo inevitable sucedió: el agua reconoció sus sitios y cada año como desde entonces, se hace presente en la época de mayores precipitaciones, anegando las zonas. Empezó la batalla. A esta situación se agregó el problema del desalojo de las aguas residuales a través de canales de desagüe. El hombre cambiaba el equilibrio de la naturaleza y las consecuencias no se hicieron esperar.
A la fecha se tienen registradas una veintena de inundaciones importantes. Aquí va un corto recuento.
Las obras hidráulicas en la Cuenca del Valle de México iniciaron a mediados del s XV, en la época de Nezahualcóyotl, cuando se construyeron amplios bordos a modo de calzadas, para facilitar el transporte terrestre, acueductos para enviar agua de las zonas altas, y diques, con doble propósito, para separar las aguas salobres del lago de Texcoco, de las dulces de Xochimilco y Chalco; también y no menos importante para prevenir las inundaciones en los islotes donde se encontraban Tlatelolco y la Gran Tenochtitlán.
Después de las grandes inundaciones que se dieron alrededor del 1600 surgieron voces que planteaban cambiar de ubicación la ciudad a zonas secas como Tacubaya y Coyoacán, pero nada se consiguió y prevalecieron “razones” de índole político para seguir construyendo sobre lo conquistado, a pesar del hundimiento que ya se percibía. Se decidió que el problema se solucionaría creando obras para desaguar la cuenca. Punto.
El primer trabajo de consideración se encomendó al científico alemán Enrico Martínez (Heinrich Martin) quien construyó “la obra hidráulica más grande y admirable del continente”: El Desagüe, como se le conoció en la época. Éste era un túnel de siete kilómetros que iniciaba en la cercanía de la población de Huehuetoca y descargaba en el río Tula; su construcción se realizó durante diez largos años con múltiples cuestionamientos económicos y técnicos.
Unos años después de su puesta en servicio, la ciudad sufrió una de las más grandes inundaciones que se tenga memoria en el año 1629. De nueva cuenta se propuso lo sensato, cambiar la ubicación de la ciudad a una zona no lacustre, entre Tacuba y Tacubaya, y el resultado ya lo imaginas amigo lector, nada, a seguir tercamente con lo mismo y a buscar nuevas soluciones. Éstas fueron modificar El Desagüe y abrir un inmenso tajo cuya construcción llevó varios años y cobró muchas vidas en la cercanía de la población Nochistongo y de allí tomó el nombre.
Durante casi doscientos años esa obra funcionó para desalojar las aguas de la ciudad al tiempo que continuaban los cuestionamientos para resolver la encrucijada pues la ciudad crecía y se hundía. Nada ocurrió durante ese tiempo pues se esgrimían razones económicas y políticas. Lo de siempre. El latente problema fue atendido por don Porfirio Díaz y se decidió construir una obra que “gobernara las aguas del valle” y así, con ese espíritu se inició la construcción del Gran Canal del Desagüe que constaba de un canal abierto de 47 km y otro tramo cerrado de 10 km. La obra se anunciaba profusamente y se decía que era de doble propósito: desalojar aguas residuales domésticas y las provenientes de las lluvias. Se inauguró en 1900 y se hablaba de “La obra colosal, aspiración de varios siglos”. Su funcionamiento fue satisfactorio durante las primeras décadas hasta que en 1920 la ciudad se volvió a inundar, pues el desfogue resultó insuficiente por el hundimiento de la ciudad.
A partir de los años cincuenta del siglo pasado, se inició el bombeo de agua del subsuelo para el abastecimiento de agua potable de la ciudad y con ello comenzó un hundimiento mayor haciendo del Gran Canal del Desagüe una solución ineficaz. Las inundaciones continuaron por lo que fue necesario emprender otras obras y así, en los años sesenta se puso en servicio el Emisor del Poniente y en los setenta, la “obra gigantesca” de drenaje profundo: el Túnel Emisor Central, que fue concebido como la “solución final”.
A estas obras que en su conjunto se denominan Sistema de Drenaje Profundo, se les suma otra de mayor calado: el Túnel Emisor Oriente, TEO, cuya primera etapa de 10 km está por ponerse en servicio. Los adjetivos han sido menos triunfalistas por los antecedentes que han puesto en entredicho la “solución” al problema.
Así vamos y parece que la historia seguirá pues la génesis de las inundaciones es el hundimiento de la ciudad por el secado del subsuelo, sí, como inició hace casi cinco siglos. En un principio se daba solamente por la reducción de las áreas lacustres y de captación directa de la lluvia, y ahora además de eso, por la extracción del agua del subsuelo. Vaya problema.
El abastecimiento de agua potable de la Ciudad de México proviene en un 70% aproximadamente del subsuelo 3 y los volúmenes se incrementan por la demanda creciente de la población, por lo que el problema aumenta permanentemente, pues la sustracción de agua de los acuíferos supera considerablemente su recarga en virtud de los tiempos tan largos para que la retroalimentación hídrica sea efectiva.
De seguir así el abasto de agua, los hundimientos seguirán y por ende las inundaciones serán parte de la vida cotidiana de la Ciudad. Hundimientos e Inundaciones … irremediable binomio.
1.- http://bit.ly/12IwsdL Lagos del Valle de México, Revista Arqueología Mexicana Vol XII-Núm.68, 2004
2.- http://bit.ly/11N8cBX Memoria para la Carta Hidrográfica de la Ciudad de México, Manuel Orozco y Berra, 1864
3.- http://bit.ly/13XPuJC Programa de manejo sustentable del agua para la Ciudad de México. Gobierno del D.F., 2007