EL PÍPILA … hecho o leyenda


Al llegar a Guanajuato Capital por carretera, llama la atención la cantidad de niños que se acercan a los coches con placas foráneas para ofrecer sus servicios de guías de turistas. Más que cicerones de la ciudad son chiquillos que se saben de memoria muchas efemérides que con el tiempo se han acuñado como leyendas. Así tenemos cientos de ellas que hablan de personajes, unos reales y otros más que son fruto de la inventiva de los guanajuatenses.

 

Es un encanto dejarse llevar por esas voces infantiles que relatan el suceso con un sonsonete muy peculiar. La narración se hace justo enfrente del lugar donde se supone ocurrieron los hechos. Son memorables para todo turista la leyenda del Callejón del Beso, de la Condesa, del Callejón del Truco y también la de El Pípila.

 

Cuando era niño, además de haber escuchado la leyenda como cualquier visitante, oía que en mi familia había quienes aseguraban la existencia del intrépido minero que incendió la puerta de la alhóndiga de Granaditas evadiendo las balas de los realistas con una losa a cuestas en la espalda y otros que comentaban que todo era un cuento para resaltar el ingenio y valentía de las fuerzas insurgentes, pero que nada había de cierto. Confusión en el chico.

 

Como ocurre en todas las narraciones épicas hay algo de verdad, a partir de lo cual se teje una historia y creo que así ocurrió con el famoso Pípila, un joven  minero que seguramente por su apariencia lo apodaban así. Los historiadores estrictos saben de todo ésto y están en contra de la creación de esos entornos y maquillajes de los actores, aún y cuando sirven para formar un ambiente más atractivo para el lector para que se adentre en el hecho y sienta los personajes. La novela histórica es eso justamente lo cual hace que tenga tantos adeptos, incluyendo al de la pluma. Pero ¿cómo se originó la leyenda del Pípila? Abundo con algunas citas.

 

Sobre el hecho en comento, Don Lucas Alamán, historiador y contemporáneo de la época, narra con detalle la situación que se vivió ese 28 de septiembre de 1810  en su Historia de México, diciendo que: “…había una tienda …en la que se vendían rajas de ocote … rompió las puertas la muchedumbre y cargaron con todo aquel combustible , lo arrimaron a la puerta de la Alhóndiga prendiéndole fuego…” Cien años después Don Fulgencio Vargas, catedrático de Historia en el Colegio del Estado, hoy Universidad de Guanajuato, empieza la creación del héroe y decía que era un barretero oriundo de San Miguel el Grande que laboraba en el mineral de Mellado y que se unió a las huestes insurgentes y que como parte de la tropa se ofreció a realizar la gesta ya conocida. Dice Don Fulgencio en su obra “Granaditas y su proceso histórico”: José María de los Reyes Martínez nació y murió en San Miguel el Grande fue el héroe que abrió la puerta de la libertad para todos los guanajuatenses y mexicanos…” .

 

Otro autor guanajuatense Don Manuel Sánchez Vite da más rasgos heroicos al personaje y en su “Guía Histórica de Guanajuato” refiere que Hidalgo le dijo al joven minero: “…la patria necesita de tu valor, te atreverás a quemar la puerta de la Alhóndiga de Granaditas, Dios te lo premiará..“.  La epopeya quedó escrita en verso y Don Luis Fermín Cuéllar escribe: “…en Barranca noventa, nuestro Pípila nació, y la historia lo comenta, bastión ibero incendió… Aquí mora hasta su muerte, el humilde barretero, que un día en titán se convierte, siendo en la lucha pionero…”.  Ya en nuestros tiempos, Jorge Ibargüengoitia inicia la desmitificación de algunos pasajes de nuestra Historia y en “Los pasos de López” ignora el hecho y en cambio sugiere que el cura de Dolores dijo: “Ya basta de matazón. Que traigan “el niño”. Refiriéndose a un cañón que traía la tropa insurgente como principal arma.

 

Con la venia de mis lectores historiadores, me atrevo a comentar que el proceso histórico  tiene ciclos en los que la verdad aflora y después se esconde en el mito, hasta que haya alguien que lo ponga en evidencia y vuelvan aparecer  hechos verdaderos que dan lugar a otras versiones. Nuestro compromiso con la Historia es volver a escribirla.

 

¿Hecho o leyenda, verdad o mito? Poco importa. En nuestro caso, El Pípila seguirá siendo el símbolo de los miles de mineros guanajuatenses que se sumaron a la revolución de independencia aportando para ello sus herramientas de trabajo, su fuerza y valentía.