LA MÚSICA Y LA CIENCIA … paralelismo.


No cabe duda que los viajes ilustran. Mi reciente estancia en La Laguna y particularmente en Torreón, me hizo recordar los tiempos en que tomé materias como Didáctica de la Física y de la Ciencia, con dos enfoques muy diferentes, la enseñanza formal de los conceptos hacia alumnos con conocimientos previos y la divulgación de ellos dirigido a un auditorio más amplio que obviamente no los tiene. Este último resulta ser más difícil que le primero, pues es menester ubicarse en el nivel de la audiencia, que por lo general tiene sólo información elemental.

 

Mi actividad docente en el claustro universitario ha sido poca, pero no así la relacionada con las tareas fuera de él, en el que he tenido que sortear un sin número de dificultades para lograr el objetivo. Un claro ejemplo es la difusión de conceptos técnicos en las redes sociales que suponen el auditorio al que me refería anteriormente. Pero ¿qué tiene qué ver lo anterior con la Música?

 

El conocimiento de la música del que ésto relata es muy limitado, por lo que me cayó muy bien la invitación para asistir a un seminario sobre apreciación musical que se impartió en el Museo Arocena en la pujante ciudad de Torreón. Al dar el primer paso en las instalaciones se entra a un verdadero oasis, un poco por el fresco clima en el edificio pero más bien por el ambiente cultural que se respira, dejando atrás el entorno cotidiano de la región.

 

El Museo Arocena abrió sus puertas en 2006, como Centro Cultural Arocena Laguna A.C., está ubicado en la bella casona propiedad de la familia del mismo nombre y construida a principios del siglo XX. El Centro nace de la inquietud de muchos lagunenses por rescatar valores culturales en muchas de sus manifestaciones y con el apoyo de patrocinadores que han creído en ellos. Como muchos museos en el mundo, el Arocena cuenta con un Instituto dedicado a la divulgación de los temas hacia la ciudadanía adecuándose a sus inquietudes y disponibilidad de horarios, y en él recae la organización e impartición del seminario en comento.

 

A grandes rasgos durante las conferencias que escuché, se hizo una revisión del concepto Música como parte de la expresión del ser humano, ubicándolo en diferentes escenarios incluyendo nuestro país. Aprendí que Fray Pedro de Gante funda una escuela de música para indígenas, y que aún sin saber escribir castellano, usaban la pluma para copiar y componer música sacra; además que el primer libro de música impresa se publica en la Nueva España en 1556. ¿Qué tal? Resaltó las facetas evolutivas de Ópera desde el siglo XVII hasta el siglo XIX y lo enmarca como un género musical superior, que reúne otras bellas artes como la literatura, teatro, pintura, escultura y danza, integradas todas ellas en soberbias escenografías. Y las horas pasaban sin sentir el cansancio.

 

Con gran erudición el conferencista abordo el tema desde abajo con la ayuda de instrumentos musicales que ejemplificaban lo que se enseñaba. Paso a paso, el maestro desmenuzaba gratamente cada nota, acorde y melodía, para entender el conjunto en suites. Fantástico. Lo mismo que a veces hace Fisicogarcia: describir enlaces atómicos que conforman elementos, moléculas y compuestos.

 

Allí es donde sentía el paralelismo que alude el título de la columna. La divulgación de temas musicales y científicos, requieren de lo mismo, parten de los conceptos básicos para ir subiendo de tono conjuntamente con el auditorio, su asimilación da la pauta para ir de un lento adagio hasta un allegro vivace