No cabe duda que estamos cansados de ver el panorama político nacional en todos los niveles y de cualquier color. A partir de que se anunció la veda para el proselitismo directo, hemos podido constatar lo que enunciábamos en esta misma columna cuando nos referíamos a ese impase como tiempo de Feria del Empleo y sus características. Han surgido puntos de vista similares que reafirman lo comentado de una u otra manera causando una verdadera indignación y decepción.
Me resisto a seguir comentando sobre los merecimientos de los aspirantes y sus acciones antes de abandonar el último cargo, pues salvo honrosísimas excepciones, en la mayoría de los casos los antecedentes dejan mucho que desear y algunos son hasta vergonzosos. Lo peor de todo esto es que se vislumbra una recurrencia que hace pensar que los próximos años serán muy semejantes a los que acabamos de pasar. Parálisis.
Así las cosas amigos míos me enfoco a comentarles otros aspectos preocupantes en los que los gobiernos en turno apenas atienden, lo que obliga a los ciudadanos comunes a emprender acciones para enfrentar los retos que inminentemente se avecinan e impulsar a los gobiernos a que se sumen a la causa. Uno de ellos es el desabasto de agua y sus implicaciones en la Seguridad Alimentaria.
Decía en otras Glosas que uno de los efectos inmediatos de la sequía que se padece en el campo mexicano, era la incapacidad de poder asegurar el alimento tanto para los propios agricultores y sus familias como para toda la población. Preocupante. Por el momento los recursos asignados se aplican para pagar indemnizaciones de los afectados y poco para emprender acciones que pudiesen enfrentar la drástica disminución del recurso hidráulico.
Es loable que en las zonas urbanas se emprendan campañas para usar el agua de manera eficiente sin embargo el efecto neto que contribuya en una mayor disponibilidad es mínimo. Lo anterior se comprende a partir de los consumos sectoriales de agua en donde aproximadamente el uso potable es del 8%, el comercial e industrial 12% y el sector agrícola el 80 %.
Los recursos económicos otorgados al campo mexicano han sido de gran cuantía a partir de la llamada Reforma Agraria, pero enfocados siempre a cubrir las eventualidades y no tanto en la educación del sector para usar el agua y tierras con eficiencia, selección de cultivos idóneos a las zonas, prácticas de comercialización, etc. Desde la expulsión de la Orden Jesuita en 1767 las actividades educativas se vieron sensiblemente afectadas, particularmente en el sector campesino, situación que prevalece hasta nuestros días.
Es claro que el Cambio Climático ya hace sus estragos ocasionando sequías prolongadas que amenazan la Seguridad Alimentaria, por lo que resulta prioritario que se le dé mayor atención. Conforme avanza el tiempo resulta inminente la reestructuración del sector agua para atender la compleja situación que se tiene.
No era fortuito que hace cincuenta años existiera la Secretaría de Recursos Hidráulicos, posteriormente de Agricultura y Recursos Hidráulicos, pues se reconocía tácitamente la relevancia del usuario agrícola por sus grandes demandas de agua. En la actualidad, la atención al sector hidráulico está relegada a una comisión, Comisión Nacional del Agua, CNA y al Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, IMTA, cuyo trabajo conjunto debería dársele mayor difusión. A regresar a las bases.
Por lo anterior urge un replanteamiento de premisas para proponer una reforma hidráulica que se aboque a las apremiantes necesidades en el renglón hídrico nacional, de lo contrario se agravaría la situación que vulneraría la Seguridad Alimentaria, reto de primera magnitud.