DEBATES… ¿pero de ideas?


El día de ayer pude hacer un hueco en mis labores para escuchar el llamado “debate”, entre los panistas que buscan la nominación de su partido para ser los candidatos a la Presidencia de la República. Oh desilusión, ¿cuál debate? Sólo declaraciones personales sobre un tema pero sin dar lugar a controversia alguna. No es mi intención el juzgar sobre el desempeño de cada uno, asunto que dejo a su consideración, sino comentar el ejercicio mismo del evento.

 

Me parece que hay un mal entendido del término pues de acuerdo a su significado formal, éste es la confrontación de argumentos sobre un tema determinado, con objeto de convencer al contrincante y espectador mediante una batalla de ideas. Nada de eso ocurrió ayer, ni en ninguno de la mayoría de los debates que he presenciado en nuestro País.

 

Lo que hemos visto son declaraciones prefabricadas de los participantes en el ejercicio, haciendo caso omiso de lo que los otros dicen por lo cual no existe la lucha de argumentos. En términos boxísticos son “rounds” de sombra enfrente de los reflectores. Me parece que son eso, sesiones de entrenamiento para un eventual debate que nunca llega.

 

Por otro lado también hemos sido testigos de supuestos debates en donde sí han habido combates entre los contendientes, pero han sido cuerpo a cuerpo, es decir  enfrentamientos con descalificaciones personales, muchas de ellas acercándose a los insultos. Peleas de barrio.

 

Después de los hechos siempre viene el cuestionamiento sobre el ganador, pero desde luego a partir del desempeño en la contienda de lo que se vio, sin importar los antecedentes de los contrincantes.

 

El objetivo de llevar a cabo dichos eventos es llamar la atención y lo logran, pues siempre tenemos la esperanza de ver otra cosa. No hemos entendido que lo que se persigue no es sólo ganar la pelea allí, ni mucho menos, sino preparar el terreno para la lucha electoral que se avecina, cuyo trofeo es el poder, para sí y para los suyos.

 

En otra ocasión había comentado que uno de los errores de Don Porfirio había sido la entrevista con el corresponsal estadounidense, en donde aseveraba el General que México estaba listo para la democracia. Han pasado cien años y todavía no lo estamos, pues de lo contario tendríamos ya estadistas que combatieran con base en argumentos y cuyo objetivo fuese el bien común. Nuestros tribunales electorales cuestionan la legalidad de las coaliciones, pero nuevamente pensando a corto plazo, en la lucha para ganar una elección, nada más, cuando los verdaderos estadistas tienen una visión a largo plazo y que la etapa electoral es sólo eso, una etapa y el objetivo formal es el bienestar de los ciudadanos cuando se ejerza el poder, habiendo ganado en las urnas. Falta tiempo para esos días.

 

Anhelamos amigos míos la época en donde la discusión de ideas sea la característica de la democracia mexicana, donde los debates constituyan una parte medular de la confrontación de formas de pensar de los postulantes y por qué no, de sus propios partidos políticos.

 

Esperamos que pronto tengamos debates, pero de ideas. Nos los merecemos.

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