MUSEOS… ¿para niños?


Y siguen las vacaciones escolares. Es claro que éstas son un descanso para los alumnos, maestros y padres de familia. El tráfico citadino se aligera y el tiempo rinde más. Es como una ola de calma para todos, pero a los pocos días en casa, los pequeños ya no se aguantan ni a ellos mismos y viene el reclamo de los adultos y de los menores, que piden sin decirlo, más actividad. Oportunidades a la vista.

 

La actividad educativa compartida entre casa y escuela, se pasa de golpe a los padres. Se da un paréntesis educativo para tener la fortuna de tenerlos en nuestras manos y con toda la disposición de ellos para recibir en su hogar  conocimiento y diversión. Tenemos ahora la ocasión hacerlo de acuerdo a los tiempos y recursos existentes en cada hogar y en todo caso se necesita hacer una planeación de actividades, pues los niños están acostumbrados a un programa. Si  no lo hacemos puede resultar un desastre.

 

Entiendo que lo más fácil es encenderles la televisión y punto, pero no es lo más conveniente. Debemos escoger lo que van a ver, desde los que sólo entretienen hasta los formativos pues también están ávidos de información. Avanzan a una rapidez mayor en comparación con la que nosotros lo hicimos a su edad. ¿Por  qué no jugar a la escuelita con ellos? Se requiere un plan para ese período vacacional. Saquémosle provecho. En esta misma columna comentaba que los niños no son adultos en miniatura, sino seres en formación que se convertirán paulatinamente en los hombres del mañana. Tratémosles como tales.

 

Los fines de semana son micro vacaciones y lo dicho en los párrafos precedentes aplica por igual. Son oportunidades para poder enseñarles algo distinto a lo que aprenden en su colegio, momento que se puede repetir a lo largo de todo el año y no solamente en el período largo. ¿Y qué tal si además de llevarlos al parque lo hacemos a un museo? Pero, museos … ¿para niños? No los dejan entrar. Me dirás con cierta razón amable lector. Hace años los niños no iban allí, pues no había espacios para ellos, e incluso en algunos se les negaba la entrada. Desde que era pequeño mi padre nos llevaba cada domingo a hacer visitas culturales y los museos eran los sitios escogidos. Supongo que al principio me aburría enormemente, pero poco a poco aprendí a ver lo que se exhibe. Repetí la misma dosis con mis hijos y ellos lo hacen con los suyos. Herencia de las buenas.

 

Hoy día las cosas mejoran y en los mismos museos para gente adulta, se han abierto espacios y tiempos dedicados a los menores. Es común ver grupos de niños sentados frente a cuadros famosos en lugares como el Louvre, El Prado, National Gallery o Rijksmuseum, por mencionar algunos, y un maestro al frente enseñando sobre la pintura en exhibición. Es grato constatar que en nuestro País también se ha dado esa corriente de acercamiento de los museos a la gente menuda y no es raro ver las mismas escenas que se ven en los europeos. Por fin los niños tienen su lugar en ellos y eso debe entusiasmarnos amigos míos.

 

Hace poco llevé a mis nietos a una visita a la Casa-Museo de La Canal, aquí en este terruño y oh sorpresa, había un programa dedicado a los niños a través de una especialista que les contaba en forma de cuento la historia de la casa. La narración se hizo con el auxilio de títeres e imágenes de cartón por lo que los pequeños sentados en petates y los adultos que los acompañábamos,  no perdimos detalle alguno. Bien, muy bien.

 

La situación es la misma en otros sitios del País. He constatado cómo museos muy aseñorados como el de la Ciudad de México, antes Palacio de los Condes de Calimaya, reciben a los pequeños en sus talleres de arte; en el MUNAL, Museo Nacional de Arte, son bienvenidos en sus ludotecas. Otros de corte técnico – científico como el MUTEC, de la Comisión Federa de Electricidad, también hacen lo propio, sin poner un límite inferior de edad para entrar. Avanzamos. Estos  ejemplos ratifican el sentido literal de la palabra museo, que en su acepción griega se refiere al sitio destinado para guardar y exponer objetos notables pertenecientes a las ciencias y artes, así como el lugar para su estudio. Es curioso que los griegos no tenían museos de historia, nosotros sí y cada población, por pequeña que sea podría y debería de tener cuando menos uno de ese tipo.

 

La lista de galerías como las descritas es larga y ya no hay pretexto alguno para no llevarlos a que aprendan cosas distintas a las de la escuela o casa. Ir a los museos es además divertido, y para entusiasmarlos a ustedes y a los chicos, les propongo que vean las películas “Una noche en el museo 1 y 2”, donde se adentran al Smithsoniano, y lo fascinante es que sus personajes cobran vida.

 

Les recuerdo: los museos ya son para niños. Vamos de la mano.

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