EL POZO… cine club que alerta


El evento cultural de la semana en estos lares atrajo la atención de visitantes y quienes vivimos en esta maravillosa ciudad. El Festival Internacional de Cine se hizo presente con muestras del mejor cine experimental del orbe. Por la fecha de programación, la lluvia apareció una y otra vez sin menguar las actividades. No había “plan B”. En los espectáculos al aire libre era menester esperar un rato al amparo de los portales y listo.

 

Por el título de esta crónica seguramente pensarás que el tema tiene que ver con agua en una versión tal vez más técnica. Pues no, nada tiene que ver con ella, aunque sí con el tipo de protagonistas con los que he venido trabajando en los últimos seis meses: niños de quinto año. Suspenso.

 

En forma coincidente con las películas de la muestra de cine, me llegó un film italiano que había estado buscando recientemente, y del tipo y calidad de los que se exhibían. El Pozo. Cambié la proyección del país invitado, Corea. No pretendo hacer una reseña cinematográfica, pues mis conocimientos no dan para ello y sólo me refiero a la película en comento como si estuviera haciendo un informe para cine club de aficionados. Como en los viejos tiempos del CUM.

 

El director de la cinta ganó un Oscar por sus méritos en otra producción, por lo que habla de la técnica y desarrollo de la trama. Las críticas fueron excelentes pero ninguna tocó el enfoque de la pluma. Se refieren a miedos de la infancia que se guardan durante toda la vida sin entenderlos. Mis señalamientos son diferentes, tal vez originados por el ambiente de inseguridad que prevalece en nuestro País, que nos agobia y no sabemos cómo remediarlo. Rescato dos ángulos: solidaridad infantil en el suceso y complicidad en el delito.

 

El tema se desarrolla en la campiña italiana siendo los protagonistas unos chiquillos de quinto grado; uno de ellos jugando encuentra un pozo de gran tamaño y dentro de él un niño de su misma edad atrapado como un animal de caza. De inmediato, pese al pánico del hallazgo, aflora la sensibilidad hacia su congénere, se le acerca, le habla y alimenta. Poco a poco va descubriendo que está secuestrado, sin saber lo que ello significa.

 

El niño se entera que los autores de tal vejación están cerca de él y lo más traumático, que sus padres conocen y participan en el hecho. Cómplices. Al ser descubierto, lo amedrentan para que guarde silencio y le advierten que es un asunto de mayores. Punto. No obstante la presión familiar, el pequeño insiste en su afán de liberar a su entonces amigo sin pensar siquiera que su propia vida estaría en peligro. A la sazón, el grupo secuestrador bien conocido por el chico, se ve acorralado por la policía y decide acabar con la vida de la víctima. Al saber la fatal determinación, el niño decide actuar, se expone con estoicismo y queda agarrado como presa. El sicario entra al escondite y dispara a mansalva.

 

Una tragedia queridos amigos que es similar a la que han vivido muchos de nuestros compatriotas. No nos merecemos esas situaciones.

 

La película pone en relieve la autenticidad y grandeza del ser humano protagonizada por el chico de quinto grado y la mezquindad y maldad de los adultos. En ese grupo de secuestradores estaba la familia, los vecinos y nadie dijo nada. Todos sabían lo que ocurría y prevaleció el silencio. Todos cómplices del delito.

 

En nuestros días y entorno, ¿Qué opinan los vecinos cuando uno de ellos luce frecuentemente un auto nuevo? ¿Qué pensarán las esposas e hijos cuando el jefe de la casa llega al hogar con maletas llenas de billetes? El silencio los hace cómplices. Tenemos casos extremos cuando la comunidad cobijada en el anonimato se suma abiertamente a la comisión del delito. Y otros peores en los que los padres enseñan a los menores a delinquir y hacen de eso una forma de vida. Aberraciones humanas. Qué impotencia ante situaciones que rebasan la inteligencia.

 

Hay que propugnar por una revisión profunda de los valores que se inculcan a nuestros niños y el fomento de la cultura de la denuncia. Sí, lo sé, es cuesta arriba, todo está en contra, pero hay que actuar como el chico de quinto grado  y no dejar que los criminales secuestren nuestra propia conciencia.

 

El Pozo**, apta para cine club de Festival, que no de festejo. Vela, te la recomiendo.

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