Las recientes lluvias en el centro de la República han sido atípicas, al igual que la sequía prolongada en los meses precedentes. ¿Qué pasa? ¿Estaremos ya en el inicio del cambio climático? No lo sé. Sin embargo la recurrencia de esos hechos que salen de las estadísticas hace pensar que quizás “ahí viene el lobo”.
Ambas situaciones son por demás paradójicas y han mostrado la vulnerabilidad del País para afrontarlas. Los efectos ya los conocemos y hay que indemnizar. En un caso ya se están inscribiendo miles de damnificados por las inundaciones para solicitar apoyo para la reconstrucción de viviendas y recuperación de enceres de primera necesidad. En otro, ya piden compensaciones por el atraso en las lluvias que no alcanzarán para llenar presas y cubrir las cuotas de riego. La poca agua superficial para el suministro de la potable obliga a cubrirlo con líquido del subsuelo, con otras consecuencias. El panorama no es nada halagüeño pues tenemos indicios que el clima está cambiando. Hay que hacer algo.
La escasez y demasía, me parece que pueden ser mitigadas con la captación del agua pluvial por diferentes modos y lugares. Es decir a través de lo que se conoce como “cosecha de lluvia”, para beber y también para regar. El término que admito es poco usual, cae perfectamente con su sentido literal, pues se recoge un producto básico para la subsistencia y es un insumo fundamental para el sembrado alimentario: H2O.
Este obvio razonamiento de guardar agua para la temporada de estiaje y el prevenirse de grandes escorrentías e inundaciones con la colocación de bordos de piedra, construcción de “cajas de agua”, etc., se ha aplicado desde hace cientos de años en diversas latitudes. La historia está a la mano a través de escritos y mapas, pero se nos olvida consultarla. Ahora, no hay tiempo que perder. Ahí viene el lobo.
Así como la cosecha tradicional de productos alimenticios va precedida de la siembra, la de lluvia igual. Pero, ¿Cuál es esa siembra? Pregunta clave que tiene respuesta común, trátese de agua potable como agrícola. La siembra es la habilitación del lugar que captará el líquido. En el primer caso se necesita una superficie que la recoja, canaletas que la conduzcan, un filtro que la separe de la basura y un lugar que la guarde: tinaco o aljibe. Es todo. Esta es una gran solución para dotar de agua potable a comunidades que no tienen una fuente de abastecimiento.
En el caso agrícola, también se requiere tener el sitio para captar el agua que en la mayoría de los casos ya existía, pero al paso del tiempo ha ido desapareciendo. Me explico. La infraestructura hidráulica que prevalecía hace cientos de años ha sido depredada e inutilizada. En unos casos no se ha dado mantenimiento a los vasos receptores para retirar los azolves y en otros, se rellenaron con tierra para ampliar la superficie de siembra, ya que se tenía agua fácil del subsuelo en cualquier época del año.
La habilitación de las presas y bordos implica dos acciones fundamentales: la reconstrucción de las cortinas y bordos propiamente dichos, y el retiro de material que ocupan los vasos de captación. El segundo aspecto implica el común acuerdo entre los agricultores para suspender el uso de la superficie de cultivo y restablecer la finalidad original de captar agua para cultivar. ¿Tarea trivial? No lo es.
Las inversiones para recuperar los elementos básicos de captación y retención de agua son cuantiosas pero los beneficios esperados los superan con creces. En esencia se busca aprovechar las lluvias para asegurar un desarrollo económico sostenible y el abasto continuo de agua potable. Como efecto colateral se pretende tener elementos de protección que eviten inundaciones. El progreso que se vislumbra no es tan sólo el agrícola pues en los vasos de captación se pueden desarrollar actividades piscícolas y de recreación acuática. ¿Será un sueño?
La tarea es grande, sin embargo los aguaceros en todo el país estimulan a iniciar de inmediato la cosecha de lluvia. Empecemos a sembrar. Hagamos del agua el impulsor del bienestar.