VAMOS AL CAMPO… si se puede


A partir de los años cincuenta se inició el uso intensivo de agua del subsuelo para riego agrícola y con ello el agotamiento de las reservas de los acuíferos subterráneos. La evidencia de lo anterior se notaba año con año pues se pagaba más energía eléctrica por el bombeo de agua, al descender los niveles de su extracción. Los decretos de veda no se hicieron esperar.

 

Los geohidrólogos alertaban sobre el abatimiento de niveles estáticos de los acuíferos a los legisladores locales y federales en turno, quienes convencidos del daño presente y futuro, procedieron a redactar los primeros documentos que servirían de base a la naciente legislación en materia de vedas para la extracción de agua del subsuelo. Hasta aquí, todo bien. Teníamos legislación vigente y de acatamiento inicial.

 

El gusto duró poco porque dichos acuerdos fueron quebrantados por “moros y cristianos”. El primer decreto de veda rígida para San Miguel entró en aplicación en 1949 y se violentó ese mismo año. Una burla. Nadie dijo nada. Todos, sí todos, cómplices. Y me refiero a las autoridades y a los productores agrícolas. Caos.

 

Actualmente, después de sesenta años el desorden sigue siendo mayúsculo pues se continúan renovando las concesiones de uso de agua del subsuelo, tanto para uso agrícola como potable. Aclaro que la utilización para riego representa el 85% del total para el estado de Guanajuato, y a nivel nacional la cifra desciende al 73%. ¿Y qué con ésto?, te preguntarás amigo lector. Pues simple y llanamente que el uso agrícola ha agotado las reservas de agua, y el resultado para los agricultores ha sido nefasto, salvo excepciones de productores eficientes y  tecnificados, dedicados a cultivos redituables que además consumen muy poca agua.

 

Al transitar por las carreteras se observan campos cultivados pero se ve igualmente que a los campesinos no les llega la prosperidad, no obstante que han usado la mayor parte de nuestra agua. Las divisas como “la tierra es de quien la trabaja” han resultado falacias, que han hundido más los trabajadores agrícolas. Estos argumentos demagógicos se utilizaron para conseguir votos en las urnas. Otorgo el beneficio de la duda en el sufragio efectivo, pero no dejo de señalar que hubo engaño en las propuestas.

 

 

En vez de propiciar una educación intensiva en la materia, se les dejó acariciar el sueño del progreso inmediato y fácil con tierra regalada y  agua sin límite con solo abrir la llave. Se fomentó con ello la destrucción de bordos “obsoletos” para rellenar los vasos de captación con tierra de cultivo. Aberraciones imperdonables. Aunado a lo anterior se propiciaron los subsidios en los energéticos y fertilizantes, pensando que con ello se beneficiaba al campo. Falso. Han sido paliativos para minimizar el efecto.

 

La capacitación campesina en nuestro País inició con los las tareas emprendidas por la Orden Jesuita a partir de su llegada a México en el año de 1572 y terminó cuando fueron expulsados en 1767. En la Hacienda de Santa Lucía, en el Estado de México, se tienen múltiples evidencias de la organización agrícola que habían conseguido, que incluía el adiestramiento en técnicas de cultivo, logística para la siembra regional y prácticas de comercialización de cosechas, por mencionar lo más relevante. Cabe señalar que muchos de los productos agrícolas no existían en la Nueva España, por lo que se abría la oferta alimentaria. Envidiable.

 

Me parece que es urgente necesidad de reforzar la educación en el campo. Ya basta de “córimas”, dádivas, indemnizaciones y demás gratificaciones. Demos instrucción para trabajar la tierra, manejo del agua y comercialización integral de agroproductos. Hay que destinar recursos económicos para la educación, rehabilitación de infraestructura hidráulica y acciones de reconversión de cultivos tradicionales.

 

Es encomiable la labor que desarrollan en el estado de Chiapas, en donde se pretende dar un giro en la aplicación de recursos a la agricultura, para lograr el siempre anhelado beneficio económico. Han creado elInstituto de Reconversión Productiva, con objetivos concretos como el establecimiento de viveros para identificar y fomentar cultivos más redituables y que mejoran a la vez el medio ambiente.

 

Sigamos el ejemplo. Vamos al campo … sí se puede

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