LIBROS VIRTUALES… también son libros


De nueva cuenta toco el tema de “libros” y no me canso pues es un ente multifacético que tiene tantas caras como uno le quiera ver. Antes de mirarlo a través del cristal del título, comento algunos antecedentes. El tema me encanta.

 

La historia del libro nace con la necesidad de registrar diversos hechos del devenir de los pueblos, como actividades militares, religiosas, sociales o económicas. Se inicia como un archivo de hechos que se resguardaban en sitios específicamente seleccionados para ello. La famosa biblioteca de Alejandría, es de las primeras que tiene ese cometido y no es sino hasta el siglo de oro griego en que los pensantes sabios escribían sus textos del saber o arte literario. Y empezó la lectura. Posteriormente, en la Edad Media, los monasterios acapararon el conocimiento, y también la guarda y custodia de los libros. Alrededor del año 1,400 Gutemberg inventa la imprenta y la proliferación de textos no se hace esperar. Allí da comienzo la industria editorial propiamente dicha.

 

Cuando cursaba la primaria en el Instituto México, y en quinto grado si mi memoria no me falla, los escritorios tenían un orificio para colocar el tintero del que cargábamos nuestras jaspeadas plumas Esterbrook. No pienses amigo mío que eran plumas de ave como las que usaba Sor Juana Inés de la Cruz, no no soy tan anterior. De allí en adelante no he dejado de escribir con plumas fuente, por lo que mi letra sigue siendo fea, pero pareja. No obstante esa enorme inercia de escribir con tinta y en papel, tuve que modernizarme y aprender  mecanografía para escribir con la fluidez requerida.

 

Los tiempos cambian mis amigos lectores y es menester adecuarse a ellos. Ya hice la escoleta para aprender el lenguaje cibernético actual y ahí la llevo, pero ahora se avecina otro cambio del que hace unos años prefería no tocar, ni menos discutir. El libro virtual. Muchos de ustedes saben que soy ensayista, lector y bibliófilo, por lo que el cambio que viene es un golpe a mi estructura neuronal. Me resisto, pero creo que no puedo detener el avance. Es un torbellino que te jala. Abundo.

 

La primera actividad mencionada, la hago ya con un teclado bajo mis dedos y una pantalla enfrente. Avanzo un poco. ¿Pero las otras dos? Me aferro a la lectura sobre papel, pero leo el periódico en la computadora. ¿Y los libros? ¿Cómo voy a substituir la lectura del libro de papel? Me rebelo. Mis diccionarios preferidos están a mis espaldas como guardianes y asesores. Siempre a la mano. Sin embargo a veces, selecciono una palabra sobre la imagen, pido sinónimos y aparece una docena en la mágica carátula. No, no puede ser, es demasiado. Lo mismo ocurre con las enciclopedias, Barsa, Britannica, Colliers y otras,  ya no las consulto tanto, pues entro al buscador Googley zas, en segundos. Sin embargo lo que no puede darme el buscador electrónico son las páginas en las que hice anotaciones al margen que registraron mi paso y quedaron como archivos personales.

 

La biblioteca de la casa, chica o grande, es nuestra biblioteca. Allí está mi historia que no quiero tirar a la basura pues refleja los pasos de mi vida. En ella tengo desde secciones de ciencia hasta las infantiles para mis nietos. ¿Qué va a pasar? En el corto plazo, nada. Pero es un hecho que en el mediano y largo plazos, las bibliotecas serán virtuales. Como evaluador de proyectos he favorecido varios cuyo tema esta ligado a la digitalización de archivos, documentos y bibliotecas, que buscan una mayor difusión del conocimiento. ¿Traidor de mi otro yo? Sí.

 

Ya decía que como prosista utilizo el teclado de manera rutinaria para todo; cartas, informes, boletines, y también libros. El último, sobre el agua en San Miguel no tiene registro manuscrito alguno pero hay borradores. Lo que no ha cambiado en mi ser, es la inquietud de expresarme a través de la escritura, sea pluma fuente o teclado electrónico. Eso es lo importante.

 

Con relación a la edición de libros la situación es la misma. Hay una tendencia generalizada en el mundo en la que muy pronto la mayoría de los libros se editarán de manera virtual. Hace poco en twitterse me preguntaba si el de Reactores Nucleares de mi autoría, se podía adquirir o leer fuera de México. La respuesta fue un rotundo no, todavía no, pensé, dentro de muy poco. Estoy preparando otro tema de divulgación en materia nuclear, que escribo a través de este teclado, con imágenes diseñadas fuera del restirador, que se editará en plantillas virtuales y se venderá en librerías electrónicas, aquí en San Miguel o en Viena. ¿Qué tal? Espero también que las utilidades se transfieran de igual forma a mi cuenta. ¿Será?

 

He llegado a un punto de acuerdo conmigo mismo: adelante con las innovaciones tecnológicas pero que no se modifique lo esencial. Que el avance de las iPadsy similares, no me quite el hábito de leer o de escribir. Corroboro ahora que los libros son el fiel reflejo de la época en que se vive. Los libros virtuales también son libros.

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