De no creerse. Me parece que ésta es la primera reacción al leer el título de la columna dado que en estos días cercanos al accidente en Japón, todos comentan de los peligros de la radiactividad que dicen está por llegar. De ésto hablan los periódicos, radio, televisión y por supuesto vía internet en todas sus modalidades.
En las Glosaspasadas hablaba de la mala estrella con que nació la energía atómica y que a pesar de todos los intentos por borrar esa imagen, aparece como el fantasma de la destrucción, pues se le asocia con ella. Mal.
Lo que no se dice es que el ser humano es radiactivo. Que nuestras mascotas lo son. Que la comida que ingerimos lo es. Que la casa que vivimos también tiene esa característica. En suma, que nuestro entorno es un ambiente radiactivo. Órale. Pues si amigos míos, vivimos en medio de esas emanaciones y ni quien se inmute. ¿Por qué? Porque no es un hecho sobresaliente, es parte de la naturaleza. Abordo el tema de manera obligada pues si he hecho muchos señalamientos sobre reactores nucleares, es conveniente comentar más sobre esas manifestaciones de la energía atómica.
Sé de antemano que corro el riego de que abandonen la lectura en los próximos párrafos, pero trataré de ser lo más claro y amigable. Es un reto que ya he enfrentado al divulgar temas técnicos pensando en un auditorio amplio, que no tiene porque saber detalles reservados a un círculo de personas de formación tecnológica.
Les comento que las radiaciones son un flujo de energía que proviene de los átomos como resultado de un proceso evolutivo de la materia. Nadie las indujo ni las provocó. Desde antes de la aparición del hombre en la tierra ya las había en todo el entorno y en el mismo cuerpo humano, y además, se sumaba otra componente importante que llega de manera continua a la tierra: los rayos cósmicos. Todo ese ambiente que nos rodea se llama “radiación de fondo” con la que hemos convivido desde siempre.
Esas emanaciones son imperceptibles a los sentidos y se pueden identificar con aparatos sofisticados, y utilizarse en diversas aplicaciones. A modo de ejemplo te menciono sólo dos. ¿Sabías amigo mío que el reloj que mide la edad de seres humanos que murieron hace cinco mil años, se determina a partir de sus restos, conociendo su radiactividad actual? De igual forma, ¿estabas enterado que la velocidad con la que se recarga un manto acuífero subterráneo se conoce sabiendo la composición nuclear del agua? En ambos casos, el átomo que emite la señal es el carbono, en su modalidad C14. Radiaciones buenas, ¿o no?
A partir del descubrimiento de las características atómicas de la materia, el mundo científico identificó la posibilidad de inducir la radiación a partir de ciertos elementos naturales, surgiendo así la artificial. Nacieron los radioisótopos. Imprescindibles en el mundo del siglo XXI. Su amplia utilidad se da porque su destello nos indica dónde se encuentra, ya sea fijo o en movimiento. Su incorporación a diferentes materiales los hace muy útiles pues lo mismo se integra a un tejido vegetal o animal, o bien a procesos químicos e industriales; son magníficos marcadores.
El peligro de las radiaciones existe cuando no se toman las debidas precauciones. Así la exposición al sol es peligrosa, como lo es la electricidad, cuando no se atienden las medidas protección adecuadas. Un aspecto importante para el manejo seguro de ellas es el medirlas. Dado que nuestros sentidos no las detectan, es menester utilizar aparatos que lo hagan. Hay reglamentación suficiente y comprobada, para que no representen peligro alguno para la población ya sea quien la aplica como quien la recibe, como en el caso de las radiografías médicas.
Hablamos de dosis de radiación como la energía nuclear de exposición, sin embargo la contaminación es más peligrosa aún, pues implica un contacto directo entre la fuente emisora y la persona, animales o alimentos. Una fuente externa se puede blindar con diversos materiales, pero es imposible huir de algo que se ha adherido al cuerpo, por ingestión o inhalación de materiales contaminados.
Como vemos, nuestra vida está rodeada de radiactividad ya sea natural o artificial y su uso seguro depende de las precauciones que tomemos. Las radiaciones son buenas, sabiéndolas tratar.