EL FERROCARRIL… una alternativa real


Me llamó mucho la atención la imagen que presenta el nuevo billete de cien pesos, que en su frente muestra una locomotora de vapor de las que corrían a lo largo y ancho de nuestro territorio a principio del siglo XX. No es raro que se haya escogido esa imagen pues es un símbolo que recuerda los días de la Revolución Mexicana. El ferrocarril era el medio de comunicación por excelencia que dejaba atrás los caminos reales construidos en la época virreinal. Con una visión de estado durante los lustros previos a la revuelta de 1910, se inició el diseño y construcción de la red ferroviaria del país y ya en ese año los trenes transitaban por toda la república. Era imprescindible el tener los medios de comunicación adecuados para aspirar al progreso después de tantos años de luchas intestinas por el poder.

 

Mi gusto por los trenes inicia desde niño y no tanto porque viajara mucho en ellos, sino porque un día de Reyes recibí un tren eléctrico de juguete marca Lionel, mismo que conservo y que funciona al cien por ciento, corriendo por sus vías en una pequeña maqueta que hice ex profeso. Podría decir que está semi nuevo gracias a la supervisión de mis padres para cuidarlo y no permitir el juego de choques de máquinas y vagones. Ese tren era un verdadero icono de nuestras Navidades; siempre lo poníamos en una de las recámaras de la casa y transitaba por debajo de las camas casi todos los días de diciembre y enero, que coincidían con las vacaciones escolares y pasada la temporada, a guardar todo en sus cajas: máquinas, vagones, cambios, cruceros y demás accesorios. Tiempos inolvidables que felizmente puedo repetir ahora con mis nietos.

 

El transporte en trenes en San Miguel durante la primera mitad del siglo XX era común y corriente, todo mundo iba y venía, por lo que la estación de trenes constituía un punto de reunión. Mi abuelo Albino tomó el último tren que salió de aquí antes de la funesta entrada de los carrancistas allá por el año de 1915. Más adelante mi papá tomaba un tren suburbano denominado “La Burra” que hacía el trayecto a Guanajuato Capital, donde estudiaba en el entonces Colegio del Estado. A tu servidor, amigo lector, sólo le tocó utilizar un tren rápido y corto llamado “autovía”, en el que íbamos y veníamos del Distrito Federal, sin embargo fueron esporádicos los viajes dado que ya iniciaba el transporte de pasajeros y carga por las llamadas “súper carreteras”, muy amplias y con acotamiento pero sólo de dos carriles. A la sazón el ferrocarril moría.

 

En otras partes del mundo el tren seguía su expansión y modernización. Durante mi estancia de estudios en Europa por espacio de casi cinco años a finales de los años setenta, nuestro medio de transporte para distancias largas era el tren; íbamos y veníamos en él con la certeza de que no había cancelación de recorridos por mal tiempo ni nada por el estilo. En los anuncios promocionales de su uso se leía: “el ferrocarril te lleva justo al centro de las ciudades”; nada más cierto.

 

En nuestro país, a finales de los años ochenta hubo un resurgimiento del uso de trenes de pasajeros, con máquinas diesel y había corridas por todo el país; el llamado “Constitucionalista”, cubría el centro del país, “el regiomontano” el norte y así cada región tenía su tren, incluyendo varios circuitos turísticos. Era famoso el recorrido por la zona tequilera y el que partía de Creel, pasaba por la Barranca del Cobre y llegaba a Guaymas; menos popular, pero no menos espectacular recorrido era nuestro tren que circulaba por el estado y llegaba a la Capital. Poco después de ese respiro por no morir llegaron los camiones ETN y con ello, máquinas, vagones y vías, se empezaron a oxidar; también las funcionales estaciones de trenes comenzaron a caerse en pedazos. Nadie hacía nada. Se esgrimía la poca rentabilidad del transporte y los añejos conflictos laborales de ferrocarrileros.

 

Ahora, a cien años del auge del ferrocarril, ningún gobierno ve la necesidad de impulsar ese medio de transporte no contaminante, que llega a los centros de las ciudades, que es seguro, rápido y mucho más eficiente que el de autotransportes y vehículos de gasolina. El proyecto del tren suburbano guanajuatense sigue igual, a nivel de proyecto y sólo con avances minúsculos, pero sin vislumbrarse la fecha de inicio a pesar de que se han tenido ofertas para su financiamiento y construcción. Nada en concreto. Lástima.

 

Llama la atención grandemente el reciente anuncio los vecinos del Norte sobre el inicio de un mega proyecto ferrocarrilero en los estados de California y la Florida; por otro lado, en la última semana los trenes europeos se saturaron al 100 por ciento debido a la cancelación de los vuelos por la ceniza volcánica en el aire. Noticias de uno y otro lado del mundo muestran la importancia del ferrocarril en pleno siglo XXI y nosotros paralizados. Cómo quisiéramos que en nuestro país empezara este desarrollo, con la ampliación de la red que se tenía hace cien años y la reparación y adecuación de ella. ¿Por qué no empezar? Nunca llegará el momento de tener las arcas llenas y arrancar, nunca, y el tiempo pasa. Sin lugar a dudas el ferrocarril es una alternativa real acorde con nuestro tiempo en el que cuidamos el ambiente sin entorpecer el progreso. ¿Podremos? Al tiempo.