CORTESÍA CIBERNÉTICA … ¿démodé?


Siendo un modesto analista en varios temas, tengo obligadamente que observar muchos detalles que la mayoría de la gente no ve, a fin de dar mi particular punto de vista. Así, cuando evalúo un proyecto de desarrollo tecnológico, reviso el fondo, perdonando la forma, sin embargo saco el lápiz rojo y corrijo esta última. Al revisar otro tipo de documentos más complejos para mí, en donde no se tiene la ventaja de utilizar fórmulas para entender lo escrito, lo expresado con palabras tiene significado en la medida que la sintaxis es clara y la ortografía aceptable.

Lo anterior viene al caso porque, por deformación profesional soy muy “fijado” en distintas actividades y una de ellas es cuando me siento a trabajar frente a mi computadora. Correos electrónicos van y vienen, unos con material de venta de cualquier tipo, otros con pensamientos de superación personal, unos más con noticias específicas, con opiniones diversas, como las GLOSAS, que amablemente les amigo mío, algunos con correspondencia de trabajo y muchos más que no encajan en esta simple clasificación y en muchos casos me pregunto si contesto o no al remitente.

En adición a lo anterior, cada día está más en boga el uso de los teléfonos móviles, comúnmente llamados celulares, que traen incorporado un elemento que permite recibir y emitir correos electrónicos, analizar datos, preparar textos, crear diagramas, posicionar al usuario en un plano, etcétera, etcétera, la oficina completa en movimiento, lo que da al portador la posibilidad de llevar los asuntos consigo, con grandes ventajas, pero también con el riesgo de convertir el trabajo en una verdadera adicción, lesiva para la interrelación con su alrededor.

Hace 15 años, que tuve mi primer teléfono móvil y usaba el incipiente correo electrónico de escritorio, no había la menor duda de contestar o no la correspondencia vía ese medio, siempre se contestaba, siempre. Los asuntos eran por demás urgentes y era una obligación laboral. Ahora, terminando la primera década del siglo XXI, con la tremenda proliferación de la comunicación electrónica, la situación es totalmente diferente, sin embargo me cuestiono si la cortesía cibernética está “démodé”, es decir pasada de moda o, anticuada. Parezco viejito y no lo soy, … tanto.

Sería petulante de mi parte el dar el abc de los patrones de cortesía, quién soy yo para hacerlo, sin embargo abusando de tu paciencia, doy mi punto de vista. Referente al primer aspecto, hay correos con textos que demandan una respuesta al destinatario y que incluso el remitente pide un “acuse de recibo”, aquí no hay la menor duda, hay que contestar, so pena de pasar por desinteresado e incluso mal educado.

Existe otro tipo de correspondencia que informa sobre determinado tema, que no implica una respuesta, sin embargo dependiendo de la injerencia del destinatario en el asunto, requiere una contestación, el no hacerlo deja ver la indiferencia o negligencia de su parte; hay que acusar recibo, cuando menos con las dos letras del común anglicismo “ok”, no cuesta nada. Otra situación que se presenta, es cuando el envío incluye algún comentario de índole personal, como es el caso de este escrito enviado electrónicamente y que, dependiendo del interés que haya despertado, puede o no suscitar algún comentario; a los de la pluma nos da mucho gusto el recibir una retroalimentación, cosa que muchos de ustedes amigos míos hacen y agradezco sinceramente. Una situación diferente es el envío de correos que simplemente se usan como portadores de ideas, comerciales, recetas, etc., que yo los equiparo con anuncios en el periódico o en la televisión, que no ameritan respuesta, salvo que el mensaje enviado sea verdaderamente excepcional.

Para mi es claro que la contestación de correos es en algunos casos difícil, pues hay que tomarse un tiempo para hacerlo, pero creo que puede ser una oportunidad de retomar nuestro idioma, revisando su gramática y empezar a utilizar ese maravilloso medio de comunicación que es la escritura. Yo disfruto hacerlo, aunque no sea escritor sino simplemente comunicador gráfico.

Referente al otro aspecto, el del uso de los teléfonos celulares activos, estamos, nótese mi inclusión en ese grupo, estamos en el borde de las descortesías por su mal uso. El llevar la oficina a todos lados, nos orilla a revisar las llamadas, mensajes y documentos en cualquier parte, incluso frente a otras personas interrumpiendo la comunicación, manifestando la prioridad de atender al teléfono móvil antes de la presencia de quien ya estaba allí. Sea “iPhone” o “BlackBerry”, o cualquier otro, el punto es el mismo. Somos abiertamente descorteses al atenderlo. Ofrezco, en lo personal una disculpa, y corregiré. ¿Será?

Tratemos de enmendar y hacer de nuestra convivencia más educada, la cortesía cibernética sí es posible, hay que intentar.

P.S. Nada.

23 de septiembre del 2009