PAIDEIA … herencia materna


¿Qué es eso? Te preguntarás amigo lector y con cierta justificación pues el término no es común en estos días ni tampoco en nuestro ambiente cotidiano. PAIDEIA, no aparece en nuestro diccionario de la lengua española, sin embargo te comento que se refiere al buen desarrollo físico e intelectual de los niños; en el sentido amplio al que me quiero referir, es el que le daban los griegos en tiempos de Pericles, el gran arconte, estadista y formador a la vez. El término aglutinaba lo que en nuestros días llamamos educación, aprendizaje, formación, catequesis, enseñamiento, y otros más. Los griegos entendían por PAIDEIA, a la formación integral del ser humano y creo amigo mío, que mi madre me deja eso de herencia, pues se acerca su fin. Te ofrezco una disculpa por tocar un tema de carácter personal, pero así soy yo, extrovertido, tratando de quitarme caretas que simularan un ente parecido a mi, más adecuado a cada circunstancia. Por eso, no tengo madera de político, nunca la he tenido, ni pretendo tenerla.

Estando muy chico, en edad de hacer mecanizaciones como ella llamaba a las operaciones de Aritmética y que me enseñaba a partir de lo que había aprendido en la Academia de mi tía Anita. Ésta, contaba con el profesorado del Colegio del Estado, en Guanajuato Capital, donde el ingeniero Antonino Heredia daba Aritmética, Trigonometría y Cálculo Diferencial, Don Fulgencio Vargas, Gramática e Historia, la señora Margarita Hudson, Inglés y mi abuelo Jesús, Cosmografía. De todo eso sabía mi madre y me pasó la semilla de esos temas, que hoy en día me son muy gratos, pues lejos estoy de ser experto en ello.

Desde joven, en tiempos de preparatoria, me educaba, sin yo saberlo, me formaba. Ella daba su tiempo en una casa hogar de niños invidentes en la Ciudad de México, donde vivíamos y me invitaba a dar catecismo a niños y jóvenes ciegos. Íbamos juntos y me asignaba un grupo. ¿Cómo hablarle a pequeñines que no sabían lo que era la luz, a alguien que no sabe lo que son los colores?, le preguntaba. Déjate llevar y Dios te ayudará. El día de su Primera Comunión, mi ahijado, me pidió permiso para tomarme de la mano y así conocerme. Me tocaba con una suavidad que jamás olvidaré. Me dejé llevar. Aprendí a conocer otras formas de comunicación. Mi madre me enseñó.

Más adelante, me pidió que la ayudara a dar unos cursos para novios, cuando yo ya tenía novia, que no “pareja” en los términos comunes de hoy en día. Así con mi eterna compañera, dimos esas pláticas para novios. Pero ¿quien soy yo para dar esas pláticas?, le decía, déjate llevar que Dios te ayudará. Así fue. Las palabras fluyeron sin darnos cuenta de cómo hacerlo. Me formó.

Discutíamos incluso encíclicas papales y antes de ello, me hacía llegar un ejemplar del tema para estar en las mismas condiciones. ¿Qué tal?, de otra manera, me decía, estarías en desventaja.

Ahora, aquí en San Miguel, recibo sus comentarios de mis GLOSAS siempre constructivos, siempre educando. Con asiduidad, me pasa sus lecturas de formación y las leo y me formo. Con mi nieto Esteban, hace lo propio y le manda una revista infantil a la que está suscrita sólo para él. A mi, conociendo mis debilidades, me ha regalado libros, tanto de ella, como de su biblioteca, … que bendición.

Sigue trabajando con documentos de la Señora Armida, pues aún no se jubila, referentes a la causa de La Cruz, de sus amigos los Misioneros del Espíritu Santo. Está preocupada pues tiene todavía tareas pendientes. Admirable.

Ya se va, pero ya nos heredó. Ya gozamos de su herencia, de su PAIDEIA. Y todavía en vida le doy las gracias por todo lo recibido, a mi y a la familia.

Así como ella me decía, déjate llevar, yo también se lo deseo, déjate llevar Meri, ya cumpliste. Dios te espera con los brazos abiertos. Ánimo.

P.S. De la yuca sólo te comento amigo lector, el INAH ya dictaminó: … hay que quitarla, punto final.

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