AIRES DEL MAYAB … renovación de ideas


No cabe duda que los viajes ilustran y nutren el espíritu. Estuve hace poco en la Ciudad de Mérida, que confieso era de las pocas capitales que no conocía y la impresión es más que grata. Dedicamos cinco días a caminar y caminar la ciudad, abrevando todo lo que nos ofrecía. Sus múltiples museos bien puestos, cocina exquisita, calles limpias, aire fresco, música variada y sobre todo gente amable y servicial.

Esos aires del Mayab, me alborotaron la cabeza dando como consecuencia una renovación de ideas, pensando en mi mismo y en mi Ciudad. Quiero referirme en lo último, pues es inoportuno el hacer comentarios de índole personal que sólo interesan al que escribe y si acaso a su familia, pero a la directa y muy cercana.

Cerca de Mérida, más cerca de lo que puede estar Cañada de la Virgen, se encuentra el sito arqueológico de Dzibilchaltún, que tiene un área de reserva de aproximadamente 500 hectáreas, dado que no nada más se tiene un centro ceremonial de carácter cívico-religioso, sino que además tiene una zona de vivienda, un juego de pelota, un espléndido cenote y para abrir boca, cuenta con un museo a la entrada. Al ir caminando por el sitio, pensaba en el nuestro, que conocí hace unos años y al que el año pasado me negaron la visita, pues debía hacer un proyecto, propio de una persona que pretende hacer una tesis sobre determinado aspecto del sitio, etc, etc., pero bueno, eso dejémoslo así querido lector, para no hacer más olas y crearnos malestar.

Decía que no podía sustraerme a lo nuestro, la reserva que tienen allá es impresionante y nosotros estamos suplicando se nos entreguen unas cuantas hectáreas, en vez de expropiar con la ley en mano, y sobretodo, con mucha decisión, el terreno que se requiera. Habrá que esperar. Me imagino también nuestro museo de la zona arqueológica, pequeño pero completo, que realmente te introduzca a la zona, te de las bases del contexto general y se adentre en las particularidades del sitio. También pensaba en las calzadas que unen los diferentes elementos que tiene Cañada, unas de tránsito y otras de ceremonia, cada una con su explicación bilingüe, que te va ilustrando al caminar por ellas. Echaba a volar la mente pensando en la habilitación de la fuente de agua, la laguna artificial, de la reconstrucción de los surcos y canales de conducción de agua, de los sistemas de drenaje de patios y calzadas, en fin detalles tal vez muy técnicos, pero que definen el grado de avance de nuestros primeros pobladores. Nada que ver con los famosos salvajes chichimecas que conocieron los hispanos al llegar a nuestras tierras, que sin embargo luchaban por defender lo suyo.

También podía visualizar, los entierros en la zona de santuario y las áreas de habitación de peregrinos y personal de apoyo. En fin, soñaba en Cañada de la Virgen, en nuestro sitio, inspirado en lo que veía con agrado en esas tierras yucatecas, y que ojalá podamos verlo con todo su esplendor en un futuro próximo. ¿Será cierto?.

Otro aspecto que me hacía volar a San Miguel, paseando en las calles meridianas, con sus casonas, templos y jardines coloniales, que están un poco dispersos, con edificios, casas y comercios entreverados, rompiendo la unidad que otrora tenía, pero así se desenvolvió la ciudad. La nuestra, se ha conservado como una ciudad colonial, sin grandes avenidas, sin edificios modernos con aluminios a la vista, que chocarían con casas sencillas y fuentes hermosas. No hemos caído en la tentación de derruir casas en ruinas, para edificar otras más fuertes, pero fuera de contexto, sino al revés, se han reconstruido, conservando su fisonomía. Tenemos una unidad arquitectónica que más que ciudad parece museo.

Tal vez, si nos ponemos estrictos al analizar los edificios civiles y religiosos de San Miguel, vemos que en realidad hay pocos que sean “joyas” individuales de la arquitectura colonial, sin embargo nuestra Ciudad es única un sentido más amplio, toda en si, es una “joya” colonial, es un verdadero museo vivo. Pensémoslo así, querido lector, dejando el desarrollo inevitable en las afueras, sirviendo de válvula de escape al desenvolvimiento de nuestro hábitat, podemos crecer allá con ciertas limitaciones, conservando el corazón de nuestra ciudad como una unidad arquitectónica, pero viva, con su gente, su ambiente colonial, sus tradiciones y costumbres.

Dos motivaciones con aires del Mayab: rescate de nuestro sitio prehispánico y conservación de nuestra ciudad colonial. Buen saldo.

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