FIAMBRE … costumbres familiares


Al estar preparando la columna, se me ocurrió utilizar el buscador de mi computadora para tomar alguna idea novedosa y oh sorpresa, me encuentro con una lista de decenas de miles de citas, que hacen referencia al día de muertos y sus múltiples manifestaciones, por lo que preferí dar por terminada la búsqueda sin entrar a ninguna de las referencias y remitirme a mis recuerdos de esos días, que como todos, amigos lectores, siempre tenemos algo por compartir.

Desde que tengo uso de razón, hemos celebrado de manera interrumpida el día de muertos con una comida o cena que llamamos “fiambre”, que literalmente significa viandas frías. Quiero aclarar que en nuestra familia de San Miguel, incorporamos ésta tradición que recibimos de la casa materna de Guanajuato Capital, del merito Cuévano, diría nuestro amigo Ibargüengoitia, y ésta es la razón por lo que hay algunas diferencias de la forma en que se prepara en muchas casas sanmiguelenses, en donde es también costumbre muy antigua. Se trata de una reunión familiar con niños y todo, a la que asisten también amigos dispuestos a comer comida fría, incluyendo carnes, verduras y frutas, todo en un mismo plato, que se preparan y adornan con algunas horas de antelación.

Así las cosas, te puedes imaginar lector amigo, que la comida se sirve en una mesa y cada quien tiene su plato, los cuales son idénticos, salvo algunas excepciones, como el del que ésto narra, que no tiene “manita de puerco”, por razones casi religiosas y se le respeta el gusto, en las casas donde se celebra. Por el contrario, a los fanáticos de ese alimento, les preparan una fuente de la que pueden tomar una pieza adicional; aquí entre nos, siempre sobra el 90 por ciento de dicho plato, pero para que no haya resentimientos guanajuatenses, que tenemos bien arraigados, se pone el platón extra.

Para aclarar las dudas que lo anterior haya despertado, y evitar que la lectura de la columna se suspenda como un acto reflejo, estoy obligado a dar la receta del ahora ya conocido “fiambre”. Pido disculpas anticipadas pues ni soy chef, ni nada que se parezca, pero me la se de memoria.

El plato base es de cerámica, y si es de Gorky, mejor, en el cual primeramente se pone una cama de lechuga, sobre la que se colocan rebanadas de diferentes carnes frías, como jamón, lomito, salami, rodajas de chorizo, unas cuantas salchichas de las pequeñas, unos trozos de cecina de res, especialidad de la casa, una pieza de pollo con salsa dulce de jitomate, y para los que les gustan las mentadas manitas de puerco, una. El suscrito, come alejado de ellos. A continuación, y seguimos en el mismo plato, pero como en el tercer nivel, vienen las verduras y frutas; se ponen rebanadas de jícama, guayaba, limón real, naranja, lima, perón, manzana y esparcidos de manera muy estética, se colocan un par de tejocotes, pedacitos de encurtidos no muy picantes, preparados a la usanza cuevanense, que constituyen el último nivel de nuestro plato. ¿Qué tal?

Y por si fuera poco, vienen los postres, eso si, en otro plato y cada quien se sirve de todos, aunque sea poquito, para evitar susceptibilidades, que ustedes adivinan, ya que se permite que alguien lleve algo, pero dentro de la normatividad existente desde hace cuando menos ciento cincuenta años. Los postres clave son dos: el dulce de camote de guayaba, que se prepara con camotes morados, color que identifica el dulce, guayabas rosas y azúcar, todo se integra y es pasado por un cedazo, para dejar una consistencia muy suave; el otro postre es la jalea transparente de tejocote de la sierra. También se ofrece alfeñique agridulce en diversas formas, calaveritas con los nombres de cada quien, y pan de muerto. De bebidas, para la comida cervezas para los que pueden y para los que no, aguas frescas.

No cabe duda que el fiambre es una conmemoración familiar que nos une y que transmitimos a las siguientes generaciones, no como estrictas tradiciones ni mucho menos, sino como parte de nuestras gratas costumbres familiares.

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