REVOLUCIÓN MEXICANA, … punto de acuerdo


La publicación de una columna anterior referente a las celebraciones del Bicentenario, suscitó el comentario de uno de mis lectores y me quiero referir a él porque en realidad tiene razón. Me decía atinadamente que sería bueno que comentara algo sobre el otro festejo que se avecina, el del centenario del inicio de la Revolución Mexicana. En efecto, las reuniones que se han tenido en nuestra ciudad, estado y país entero, se refieren tanto a la Independencia como a la Revolución y no es que no lo supiera, sino que quería referirme solamente a los aspectos de la Independencia.

Yo le decía a modo de explicación, que siempre le he sacado la vuelta al tema, pues desde que nací, toda la clase política me ha restregado las bondades del hecho de manera exagerada, por lo que mi subconsciente lo rechaza, y cuestiona la magnitud de sus beneficios a la luz de los resultados cotidianos. Durante años, mis lecturas sobre la Revolución, todas se han referido una serie de innumerables traiciones, insidias, mentiras, intervenciones extranjeras, asesinatos, fusilamientos masivos, desolación, hambre, etcétera, etcétera. Se afirma que en los primeros cinco años del inicio de la revuelta murieron un millón de compatriotas, de una población de veinte millones. Un reflejo de tal desorden nacional es el hecho de que en los veinte años siguientes a 1910, tuvimos nada menos que 14 Presidentes de la República. Caos.

Desde el ángulo familiar, también tengo hartos prejuicios pues, les comento amigos lectores, mi abuelo Albino, en el año de 1915, cinco años después de que se inició la gesta revolucionaria, tuvo que huir de San Miguel para salvar su vida y la de su familia, por el simple hecho de ser una persona próspera, sin importar si era trabajadora, honesta y de buenas costumbres. Por ésta razón mi padre nació ese mismo año en la ciudad de México, donde mis abuelos encontraron un lugar de cobijo para el advenimiento. Al regresar a San Miguel, cinco meses después, su casa estaba casi desmantelada, con muebles deshechos, ventanas en el suelo, puertas derruidas, peldaños de la escalera rotos, pues los jefes revolucionarios subían a caballo hasta el segundo piso, para evitar tanto escalón a pie; sin comentarios. La situación en su trabajo, en el campo, no era distinta y ese año no hubo cosecha, pues nadie sembró, la mayoría había sido reclutada forzosamente para engrosar “la bola” y la gente en San Miguel, muriéndose de hambre. En nuestra ciudad tenemos importantes secuelas, como el incendio que acabó con el archivo de la ciudad, y con él nuestra historia escrita, todas, negativas.

Con estos antecedentes de mi vida, ¿qué digo sobre las conmemoraciones de la Revolución Mexicana? Y nótese que escribo con mayúsculas, por respeto a otras corrientes de pensamiento distintas al de la pluma. ¿Qué legado heredamos de ella, por lo cuál deberíamos festejar?, ¿Nuestros campesinos están mejor que antes de ella?, ¿El nivel de vida de la gente común y corriente es de mayor prosperidad que antes?; muchas incógnitas que me orillarían a suspender el escrito para mejor momento. Pero no, sigo abusando de su paciencia, pues hay algo positivo que mencionar, lo que llamo un punto de acuerdo.

A pesar de todo lo que nos ocurrió en lo particular, hay algo que me parece importante resaltar que es de carácter general y de orden jurídico y ésto es la aparición de la Constitución de 1917. Veníamos transitando en un estado de indefensión al no tener una norma jurídica que viese por los intereses de los mexicanos, puesto que las constituciones anteriores, no contemplaban el carácter nacional de nuestros recursos naturales, ni superficiales, ni del subsuelo, como es el agua, minerales, y petróleo, por mencionar los más importantes.

Después de su promulgación, tuvieron que pasar dos décadas para que fuera ley positiva, de aplicación real. Durante ese período todavía tuvimos más guerras fraticidas por el poder, hasta que llegó la calma por la que hemos transitado, esperando que el bienestar vislumbrado alcance cada vez a más mexicanos. Esa esperanza nos hace tomar nuevos aires para aportar desde nuestras trincheras ideas que coadyuven al fin buscado.

Ofrezco retomar el tema de la Constitución, sin más marco de referencia que nuestra situación en pleno siglo XXI. Hasta la próxima.

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