Hoy nace “Glosas … un espacio para hablar de San Miguel “. Nada más oportuno que platicarte en este momento, amable lector de estas líneas, sobre el origen del nombre de la columna y su objetivo. Como alguno de ustedes sabe, nací en la ciudad de México justo después de que mis padres salieran de San Miguel para atender un compromiso de trabajo. Mis abuelos paternos los vieron partir sin imaginar que su nieto a punto de nacer, regresaría al terruño años más tarde con la firme decisión de reincorporarse a la ciudad que vivieron con intensidad sus antepasados. Una rama de mi familia llegó aquí hace más de doscientos años y mi abuelo Albino arribó a San Miguel cien años después, y todo ese tiempo hemos participado en la vida de esta maravillosa Ciudad. Hice mi debut formal el año pasado con una aportación a su acervo histórico y al futuro sanmiguelense al publicar un libro que habla de su agua, tomando como guía el acontecer de la ciudad a lo largo del tiempo, y como fuentes inéditas de apoyo, documentos familiares relacionados con el agua de San Miguel.
Glosas significa, la explicación o comentarios de un texto, con el fin de hacerlo más entendible, y ya adaptado a esta columna, se entiende como comentarios del que ésto escribe, sobre un tema referente a nuestra Ciudad y sus habitantes, con el propósito de aclarar ideas, conceptos y cosas que suceden, y darlos a conocer a través de este periódico a sus lectores. Glosas, responde a la inquietud de exponer mi modesto punto de vista sobre distintas situaciones que ocurren en San Miguel o que de alguna manera le afectan, con un espíritu propositivo y constructivo a la vez, respetando a carta cabal las opiniones y acciones de los protagonistas de los hechos. En muchos casos habrá coincidencias y en otros divergencias, sin que eso signifique algún juicio de valor. Hoy hablaremos de agua.
A modo de presentación de esta columna, les comento que mi vida profesional la inicié en el tema del agua, área en la que continúo trabajando; mi tesis profesional de Físico Nuclear, versó sobre la aplicación de técnicas nucleares a la Hidrología, muy particularmente al agua subterránea; en ese entonces 1972, era una rama por demás innovadora y hasta vista con recelo por los hidrólogos tradicionales. Poco a poco, esta nueva herramienta fue madurando dando mayor confianza a los usuarios, quienes la incorporaron como un auxiliar de gran utilidad y precisión. Hoy en día, la especialidad Hidrología Isotópica, es usada en un gran número de países y las universidades la imparten como una maestría; en la Universidad de Guanajuato, tuve la oportunidad de preparar hace unos años el programa académico correspondiente, contribuyendo de esa manera en la formación de nuevas generaciones de hidrólogos. Así fue el inicio.
La especialidad de Hidrología Isotópica, la adquirí durante los años en que estuve laborando y estudiando en el Organismo Internacional de Energía Atómica, miembro de la ONU, con sede en Viena, Austria, durante un período de poco más de dos años. En ese tiempo, tuvo lugar el aprendizaje y aplicación formal de esa nueva tecnología, misma que aplique para la resolución de casos concretos en nuestro País; en particular pasaron por mi escritorio, proyectos de la ciudad de Monterrey, la Costa de Hermosillo, el Valle de Juárez y la zona geotérmica de Cerro Prieto, por mencionar las más relevantes. La gama de problemas que se atendieron con esa nueva herramienta, la isotópica, incluyeron aspectos relacionados con la salinización excesiva de las tierras, intrusión salina de agua de mar, origen de recargas de mantos acuíferos, tiempos de tránsito de flujos subterráneos y tiempos de recarga de acuíferos. Y la pregunta obligada, en San Miguel ¿cómo estamos?, ¿qué sabemos de nuestra agua? Eso lo veremos hasta la próxima aparición.